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jueves, 12 de abril de 2018

EL REFLEJO DE SUS OJOS (1)

- Despertar -

Una mañana cualquiera, el nuevo y pausado día comenzaba, como quien nada espera, observó el lento ritmo de la luz que entraba. Perezoso, los ojos se frotaba, los abría, con la molesta sensación del sol en las retinas, cansado, sus piernas levantaba, las movía, con la calma de la arena que camina.
Café en mano despertaba, y convertía, la inmensa desgana, en pensamientos, sorbo a sorbo meditaba, y construía, la intensa amalgama de sentimientos. La barba mesada, la mente transportada, y entre eternos segundos bien manejados, neuronas agitadas, locuras afloradas, allá en yermos mundos inexplorados.

Su salón quedaba lejos, en su casa ya no estaba, sus pies pisaban verdes azulejos, veredas que ahora transitaba, estudiaba con calma los reflejos, algo extraño le pasaba, los dolores de ayer ya eran viejos, una puerta abriéndose estaba, una imagen, su sonrisa en el espejo.

¡Había recordado! Con las pupilas atravesando todas las capas del cristal, perforó hasta el día anterior y halló el recuerdo vital, se regodeaba en aquella fresca brisa, que se llevaba la oscuridad deprisa, que arrastraba de los pelos al pasado, un pasado cercano, que hacía daño hasta ayer, un pasado tramontano, que quemaba hasta escocer.
¡Había recordado! Inspiró profundamente y se dispuso a sumergirse, expiró lentamente y se dispuso a zambullirse, sus neuronas flotaban en el inmenso vacío de lo desconocido, destellos rotaban y le tenían sumido, tendido, abducido...
¡Había recordado! Y como quien se sienta al fondo, observaba el teatro, redondo, contemplaba el patio, vacío, allí sólo de la mano del frío. Su mente creaba la escena, su calor; fabricaba el primer acto, su color. Diseñaba con sus manos nerviosas, las partituras de melodías fabulosas, hipnotizando el telón para que se abriera, musicalizando las luces para que se viera.

Toda suya, toda ella. Una obra del ayer que perduraba en sus delirios.
Toda suya, toda bella. Una oda al placer que iluminaban bellos cirios.
Toda ella, toda suya. Un  recuerdo que avivaba sus sentidos.
Toda bella, toda suya. Un recuerdo que rimaba sus latidos.

¡Y despertó! Despertó de la vida de cruel letargo, despertó del eterno sueño amargo.
Ya empezaba a ver el primer acto, listos el olfato, la vista y el tacto, ya iniciaba el primer verso de la poesía, listos el verso, la rima y la alegoría. Reproducía en sus ojos la escena vivida, introducía en sus poros la ilusión sentida. Estaba todo a punto, todo presto, podía empezar ya a escribir el texto.

(Puedes seguir leyendo El reflejo de sus ojos (2))