- Enredados - (Debes leer antes El reflejo de sus ojos (1))
Corría mayo en el calendario, quedaban lejos sus anhelos diarios.
Árboles ante sí pasaban, veloces, recuerdos ante sí brotaban, feroces, le sumían en la oscuridad, lejana, una película de soledad, italiana. De golpe llegaba a su parada, apático, muy torpe pisaba la calzada, enfático. Los pies le conducían, decididos, los ojos le confundían, perdidos, buscando en el horizonte el destino, hallando la mole como monte en el camino.
Accedió levantando la mirada, contempló caminando la explanada, cuantos rostros analizaban su entrada, cuantas bocas hablaban de su llegada. No había soledad, mas sólo se sentía, no había silencio, mas silencio es lo que oía, no había vacío, mas en el se hundía, no estaba roto, mas de roto se partía.
Pasaba un día para traer el siguiente, misma rutina, misma tortura en la mente, no podía borrar los sueños recientes, aquellas lunas compartidas ahora decrecientes.
Muros de acero impedían ver, azules colinas por recorrer, y en la extraña arbolada, con las cadenas bien atadas, veía a las personas desalmadas, todas las ilusiones olvidadas. El blanco se había marchado, dejó paso al tono colorado, ni sus gritos hubieran salvado, un solo cerebro robotizado. Rendido, sometido, acostumbrado, barrido, diluido, concienciado. Ya solamente llegaba, tocaba y se marchaba.
Aquellos bosques se tornaban desiertos. Aquellos sueños le torturaban despierto.
Y sólo esperaba lo inesperado, con la esperanza de que, la espera desesperada, de esperar sin tener esperanza, trajese lo inesperado de forma esperanzadora, esperando por tanto, con largo esperar que su espera no le desesperase.

Magia aparecía como luz lejana, presagia la ambrosía que emana, que nace entre las sombras, de la nada, lo hace entre las sendas, de las hadas. Deseo, lo que obstruye, se derriba, anhelo, lo que intuye, se describa, y mientras folia un futuro imaginado, pasa el rato apresurado, presto y raudo es transportado, derribada la obstrucción de su deseo, escrita la intuición de su anhelo.
Cientos de rostros nublados, infinitud de grises apagados, y sólo uno, sólo ella, sólo sus verdes ojos iluminaban la entrada, sólo uno, sólo ella, sólo sus rosas labios coloreaban la jornada. Hablaban las pupilas y en su hipnosis se enredaban, cada segundo sólo tejía, cosiendo a mano alzada toda pestaña mostrada. La luz emitida construía muros en las veredas de sus retinas fijadas, lo demás no existía, se olvidaba, un sendero que representaba, el lugar de encuentro que buscaba, el paisaje que antaño soñaba.
Corría mayo en el calendario, quedaban lejos sus anhelos diarios.
Árboles ante sí pasaban, veloces, recuerdos ante sí brotaban, feroces, le sumían en la oscuridad, lejana, una película de soledad, italiana. De golpe llegaba a su parada, apático, muy torpe pisaba la calzada, enfático. Los pies le conducían, decididos, los ojos le confundían, perdidos, buscando en el horizonte el destino, hallando la mole como monte en el camino.
Accedió levantando la mirada, contempló caminando la explanada, cuantos rostros analizaban su entrada, cuantas bocas hablaban de su llegada. No había soledad, mas sólo se sentía, no había silencio, mas silencio es lo que oía, no había vacío, mas en el se hundía, no estaba roto, mas de roto se partía.
Pasaba un día para traer el siguiente, misma rutina, misma tortura en la mente, no podía borrar los sueños recientes, aquellas lunas compartidas ahora decrecientes.
Muros de acero impedían ver, azules colinas por recorrer, y en la extraña arbolada, con las cadenas bien atadas, veía a las personas desalmadas, todas las ilusiones olvidadas. El blanco se había marchado, dejó paso al tono colorado, ni sus gritos hubieran salvado, un solo cerebro robotizado. Rendido, sometido, acostumbrado, barrido, diluido, concienciado. Ya solamente llegaba, tocaba y se marchaba.
Aquellos bosques se tornaban desiertos. Aquellos sueños le torturaban despierto.
Y sólo esperaba lo inesperado, con la esperanza de que, la espera desesperada, de esperar sin tener esperanza, trajese lo inesperado de forma esperanzadora, esperando por tanto, con largo esperar que su espera no le desesperase.

Magia aparecía como luz lejana, presagia la ambrosía que emana, que nace entre las sombras, de la nada, lo hace entre las sendas, de las hadas. Deseo, lo que obstruye, se derriba, anhelo, lo que intuye, se describa, y mientras folia un futuro imaginado, pasa el rato apresurado, presto y raudo es transportado, derribada la obstrucción de su deseo, escrita la intuición de su anhelo.
Cientos de rostros nublados, infinitud de grises apagados, y sólo uno, sólo ella, sólo sus verdes ojos iluminaban la entrada, sólo uno, sólo ella, sólo sus rosas labios coloreaban la jornada. Hablaban las pupilas y en su hipnosis se enredaban, cada segundo sólo tejía, cosiendo a mano alzada toda pestaña mostrada. La luz emitida construía muros en las veredas de sus retinas fijadas, lo demás no existía, se olvidaba, un sendero que representaba, el lugar de encuentro que buscaba, el paisaje que antaño soñaba.
¡Y se enredó! Se enredó en la furtividad de los reflejos, se enredó en la sonrisa de los espejos.
Estaba en el lío de los dedos en su pelo, caricias que transportan hasta el cielo, palabras que surgen de la nada, en la brevedad de una calada, siempre saboreada, nunca desperdiciada, aprovechada, bien inspirada mejor expirada, y al marchar, sólo pensar, que quiere regresar.
Estaba en el lío de los dedos en su pelo, caricias que transportan hasta el cielo, palabras que surgen de la nada, en la brevedad de una calada, siempre saboreada, nunca desperdiciada, aprovechada, bien inspirada mejor expirada, y al marchar, sólo pensar, que quiere regresar.